Sufre gran indigestión
cuando come, ¡vaya antojo!,
abuelas en camisón
y niñas con gorro rojo.
Entre pócimas y ungüentos,
y algún que otro maleficio,
ser la mala de los cuentos
ha sido siempre su oficio.
La sábana de algodón
le llega por el tobillo
y va el espectro guasón
aullando por el castillo.
Él nació en el cocotero.
Asusta a niños y niñas,
pero es dulce y sandunguero;
¡me gusta más que las piñas!
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